Capítulo acabo. Fin. Adiós. Bye.
Siempre lo he dicho y en la consulta de coaching no hago más que ratificarlo… Las rupturas amorosas, el mal de amores es devastador.
La buena noticia es que un duelo por una ruptura, hecho a corazón abierto, sin dobleces ni medias tintas, permitiendo que el dolor llegue a desgarrar, es transformador. No paro de verlo.
Primero lo viví conmigo y después la vida me ha permitido ser una espectadora de lujo a través de mi trabajo.
Si estás pasando por una ruptura, paciencia. Paciencia contigo, paciencia con el proceso… Y respira, respira mucho… Pasará.
Hablemos hoy de rupturas amorosas
¿Qué es una ruptura amorosa?
Una ruptura amorosa la vivimos, no solo cuando nos dejan y se acaba la relación, sino también cuando dentro de ella:
- De repente nos retiran su atención
- Se rompe el equilibrio dar-recibir y se establecen unos roles en los que uno siempre está dando y no recibe nada o casi nada.
- Nos dicen que ha habido una infidelidad (y no hace falta que sea física). A veces las infidelidades mentales (seguir enganchados al ex-) duelen más que las «físicas»
- Cuando la indiferencia hace su aparición estelar
¿Cuándo decir adiós?
Normalmente antes de llegar al punto de plantearnos una ruptura en nuestra relación lo hemos intentado TO-DO.
- Hemos negociado nuestros negociables
- Hemos puesto límites siendo asertivos
- Nos hemos expresado haciendo uso de la Comunicación No Violenta
Ahora bien, si llegados al punto de haber intentado salvar la relación de una manera no dañina hacia nosotros y hacia nuestra autoestima principalmente, nos sentimos:
- Totalmente desgastados
- Sin una gota ya de nuestra energía
- Que no somos dueños de nuestra vida
- Perdiendo salud
- Sin noticias de nuestro poder personal
- En manos del otro (por haberle cedido todo nuestro poder personal)
- Que estamos poniendo en riesgo nuestras necesidades más fundamentales (comer, dormir, etc.…)
- Sin alegría
- Desesperanzados
Si nos sentimos así, sin duda alguna, ha llegado la hora de marcharse de allí.
Y no, no se trata de si él o ella son los malos y tú la buena o el bueno.
Aquí, llegados a este punto, se trata de cuidarte tú y de entender que, si estás sintiéndote así o viviendo una situación así, tú tienes que ser tu mayor prioridad.
Así de claro.
O le proteges a él o a ella, o te proteges a ti.
Y lo sé. Es normal que dudes.
Dudes porque no sabes si estás tomando la decisión correcta.
Dudes por el miedo a la incertidumbre.
Dudes por si estás tirando la toalla antes de tiempo.
Dudes porqué no sabes lo que viene después y como lo vas a poder gestionar.
Dudes porque este dolor más o menos ya te es conocido (incómodamente cómodo) pero el dolor que viene es un desconocido y te da miedo.
Dudes por miedo al vacío, a la incomodidad.
Sé lo que es sentir todo esto, pero la macabra paradoja del asunto es que todo esto nos lleva a estar en una tierra de nadie, un limbo muy incómodo que nos crea más dependencia aún si cabe a la persona que queremos dejar.
Un escenario muy habitual en esta situación es darnos cuenta, ser plenamente conscientes de que lo mejor para nosotros es dejar la relación, pero no poder hacerlo. Y aquí es imprescindible pedir ayuda profesional, porque llegado a este punto tu autoestima puede estar ya bajo mínimos y es súper importante recomponerla, tomar aire, dejar de respirar la ausencia de ti en tu propia vida y volver a estar tú al mando de tu vida y de tus decisiones.
Ahora bien…. También puede ser que el que decida poner fin a la relación sea «el otro», y aquí se complica la cosa….
¿Qué hacemos con las rupturas amorosas?
Da igual que llevases junto a esa persona 6 años o 6 meses, el dolor no entiende de tiempo. El dolor solo entiende de intensidad.
Da igual que fuese una relación más o menos convencional o que estuvieseis a 10.000 km de distancia.
Una vez acabada la relación es hora de ventilar la casa, abrir ventanas y puertas y dejar que el duelo pase sin llamar y se instale durante un tiempito en nuestra casa.
Hablar de tiempos aquí es ridículo.
Hay duelos que duran meses, otros que duran años.
Sé que quieres que pase ya, sé que duele, sé que a veces se hace muy difícil respirar y sé que a veces dudas de que puedas mantenerte un día más en pie, pero querer meter prisa al duelo y que pase ya, no funciona de NA-DA.
Para evitar que las expectativas te jueguen una mala pasada y por honestidad, también te digo que todo lo transformador y sanador de un duelo no se vive y se siente hasta pasado un tiempo.
Vive el duelo con toda su crudeza, con toda su verdad… Los regalos del duelo llegarán. Siempre llegan.
Cuando el duelo llama a la puerta
No nos engañemos. Atravesar un duelo no es un proceso cómodo.
En primer lugar, porque tenemos que iniciar un proceso de desapego bastante heavy (y ya sabemos todos como nos gusta a los humanos apegarnos a TODO)
Durante el duelo vamos a pasar una serie de etapas, sí o sí. Es más, es muy normal (y no pasa nada) que pasemos por alguna de las etapas del duelo dos o tres veces, que en un mismo momento estemos pasando dos etapas a la vez o que retrocedamos a la casilla de salida y tengamos que empezar el duelo de cero again.
Al duelo no se le fuerza y a sus etapas tampoco, es un proceso natural.
Y tampoco te engañes. El duelo no significa que vayas a olvidar a alguien ni que te despiertes un día y que ni te acuerdes ya ni de su nombre, ni de su olor, ni de lo que viviste al lado de esa persona.
El duelo en su crudeza mas álgida lo que sí te puedo decir es que te ayudará a conocerte muchísimo, a aceptarte, a amarte. Te enseñara toda la belleza que eres en tu caos más absoluto.
Te enseñara a aprender a respirar aún estando debajo del agua.
El duelo destruirá todo para recordarte y mostrarte quien eres tú
Te pondrá delante del espejo, desnudo/a, vulnerable, con el corazón roto para que cuando él se vaya, ames cada una de tus cicatrices.
Te enseñara a sostenerte, a amarte, a nutrirte… Permítele estar.
Hay duelos que nos dejan tumbados, son duelos devastadores, largos, muy largos… Y esos duelos esconden un potencial de transformación inimaginable.
El duelo en sí consiste, no solo en dejar ir a la otra persona sino en dejar ir lo que nosotros fuimos con ella, estando a su lado. Dejar ir los lugares que visitamos, dejar ir esa llamada, dejar ir esas canciones, dejar ir todo lo que sentimos con él o ella…
Etapas del duelo
Las etapas del duelo en las rupturas amorosas, según mi experiencia tanto propia como trabajando con otras personas, son las siguientes:
Etapa «What the fuck«
En esta etapa nos acaban de comunicar o nos están comunicando la «feliz» noticia.
Tanto si ya nos olíamos algo como si no, en esta etapa no sabemos que ha pasado, estamos shockeados. No hay reacción y si la hay suele ser impostada, no es real.
Mientras nos comunican que quieren dejar la relación se pueden dar de una manera más o menos evidentes los primeros juegos de manipulación para que no nos dejen.
Etapa «De ninguna de las maneras»
Cuando llegamos a esta etapa nos regalan un ticket de oro para montarnos en «La montaña rusa emocional».
En esta etapa vas a pasar por los 1001 estados emocionales habidos y por haber, vas a hacer un viaje a través de tus emociones.
Una de las características principales de esta etapa es que nos instalamos en la más absoluta de las negaciones. Ni podemos ni queremos aceptar lo que ha pasado… Vamos, ni de coña.
La otra característica principal de esta etapa que atravesamos en toda ruptura que se precie es: LA CULPA
Nos culpamos de todo… «Si no hubiese hecho eso», «Si no hubiese dicho aquello», «Si me hubiese callado aquello…»
Culpa, culpa y más culpa everywhere.
Y para rizar más el rizo si cabe, en esta etapa también empiezan a suceder fenómenos paranormales. De repente, la persona que nos ha dejado se convierte en un ser perfecto, una Divinidad. Ni todos los dioses y diosas del Olimpo juntos, reunían tanta perfección. Da igual lo que nos hubieran hecho o como se comportaron con nosotros. Los árboles no nos dejan ver el bosque.
Esta etapa de las rupturas amorosas es especialmente crítica, porque si nos instalamos indefinidamente en la negación y la no aceptación de lo que ha pasado, empezaremos a hacer cosas como estas:
- Llamo a la bruja Lola para que me eche las cartas, y si la bruja Lola no me dice que él o ella van a volver entonces empiezo una procesión por todos los echadores de carta hasta arruinarme.
- Empiezo a «forzar un poquito al destino» y me presento en todos los lugares donde sé que van a estar él o ella.
- Empiezo a stalkear todas sus RRSS compulsivamente.
- Le llamo con 1001 excusas.
- Llamo al Mago Gurum y le llevo sangre de cabra, un cuerno de unicornio, sal de nubes y tierra de dos desiertos distintos para hacer un amarre.
Vamos, intento recuperar la relación al precio que sea, y de paso por el camino me arruino, mino mi autoestima, me quedo sin energía para nada.
Al loro con esta etapa, porque si te pierdes en la negación, no respetas la decisión del otro, te tratas de imponer a la vida y forzar al destino, lo más probable es que acabes fulminado y viviendo en un bucle de sufrimiento sin sentido.
Etapa «Voy a quemarlo TO-DO» (incluido a mí mismo)
Empezamos a ser conscientes de que la relación ha acabado, pero también empiezan las huidas hacia delante.
Por primera vez en el duelo empezamos a sentir ira, lo cual es un buen indicador porque empezamos a dejar de sentir que somos los culpables de todo.
Tiramos y nos deshacemos de todos los objetos que aún tenemos de él o ella.
Lloramos porque nos arrepentimos de haber tirado TO-DO.
Intentamos borrar las fotos que guardamos, pero descubrimos que aún no podemos.
Nos autodestruimos, nos abandonamos, cerramos los bares o encontramos en las drogas, en el gym, en la meditación o en la cama de otros una forma de no sentir… Pero el domingo por la tarde siempre llega amigos, y es ahí cuando somos conscientes que la herida sigue abierta.
Es normal en esta etapa también oscilar muchísimo. De repente me levanto una mañana y me siento súper bien y al cabo de dos horas estoy llorando como la zarzamora por todas las esquinas…
Entre horas de luz y oscuridad empieza a asomar la aceptación.
Etapa «El Sol sigue saliendo cada mañana»
Aquí nos damos cuenta de que el mundo sigue ahí afuera, por fin empezamos a asomarnos a él. Volvemos a la vida.
En esta etapa se da la transformación, te reencuentras contigo mismo. Se da una desidentificación con tu antiguo yo y surge un nuevo yo. Bello, bellísimo.
Entonces, ¿Qué hacemos con las rupturas amorosas?
Sobra decir que, aceptación.
Los duelos son duros porque vivimos situaciones y emociones muy tremendas. Pensamos que jamás volveremos a ser felices, que jamás volveremos a enamorarnos de esa manera.
Nos hemos identificado tanto con la persona que ya no está, con la persona que solíamos ser al lado de ella, con las ciudades en las que vivimos nuestra historia de amor, con lo que sentíamos, con lo que vivimos, que soltar se hace muy doloroso…. Pensamos y sentimos que al lado de él o ella éramos mejores, éramos alegres, optimistas….
Pero, ¿Sabes una cosa? Esto nada tiene que ver con el que se ha ido. Todo lo que fuiste al lado de esa persona, todo ese tú increíble que salió estando a su lado, eres TÚ. Y si lo fuiste una vez, puedes volver a serlo cuando tú quieras.
Te volverás a enamorar, volverás a sentir esa alegría, ese rush…. Porque tú eres todo eso y mucho más.
Mi recomendación es que durante el tiempo que dure tu duelo, te cuides muchísimo, te entiendas, permitas estar a cualquier emoción que sobrevenga, así sea la más incomoda del mundo. Tienes la increíble oportunidad de mover una cantidad de energía emocional enorme. Aprovéchala para limpiarte. Muévela. Haz deporte. Sacúdete.
Y no te cortes en pedir ayuda si ves que esto te está sobrepasando.
¿Vas a ir a lugares oscuros? Sí, irás a lugares muy oscuros, pero de ahí, si lo aprovechas, si te atreves a conocerte, vas a sacar una luz insolentemente bella.
Sea por lo que sea que estés pasando, pasará…